sábado, 3 de octubre de 2015

ORIGEN DEL GATO








Los carnívoros actuales comparten un antepasado común que probablemente esté relacionado con los miacis. Estos pequeños carnívoros de los bosques aparecieron hace alrededor de 60 millones de años y tenían la velocidad y la talla de las jinetas actuales, con un cuerpo alargado y una larga cola. Quedan pocos fósiles en el hemisferio norte.
El origen de los felinos está mal documentado en el registro de los fósiles ya que los antepasados de los félidos vivían normalmente en zonas tropicales, que no ofrecen buenas condiciones de fosilización. Las especies desaparecidas consideradas más cercanas al antepasado de los felinos serían el proailurus (pequeño carnívoro europeo y arborícola aparecido hace 40 millones de años) y el pseudaelurus que vivía hace de 9 a 20 millones de años en Europa y en Asia, y de los que se apartaron los felinos actuales hace 10,8 millones de años.
Durante el oligoceno, los félidos se repartieron en dos subfamilias. La primera era de la clase Nimravidae, y la segunda de la Felidae. Es en ésta última clase donde se encuentra el antepasado común de los félidos actuales, el proailurus. Durante el mioceno, los descendientes de éste último, los pseudaelurus, se diversificaron y entraron en África y América.
Unos diez millones de años a. C. formaron la raíz de los félidos modernos, favorecidos por las estepas y las sabanas, ricas en presas herbívoras. Es en esta época cuando aparecieron los félidos de caninos largos, que vivirían hasta el año 10 000 a. C. El linaje de pequeños y grandes felinos aparece hace cinco millones de años; originarios de Asia, se dispersan por todo el mundo en el plio-pleistoceno, excepto en Australia y Madagascar.
El gato doméstico pertenece al género Felis desde que Carl von Linneo describió por primera vez en 1758 como Felis catus en la trigésima edición de Systema naturae, pero su posición en la clasificación de los seres vivos cambió mucho.
En 2006 se realizaron trabajos sobre los cromosomas sexuales y el ADN mitocondrial de todas las especies de felinos, conjugados a investigaciones paleontológicas, que revelaron que el linaje del gato doméstico (Felis catus) ha divergido verdaderamente hace 3,4 millones de años, en el plioceno, en los desiertos y bosques densos de la cuenca mediterránea. En 2007 se llevó a cabo otro estudio molecular sobre 979 individuos de gato de las arenas y de gatos salvajes de diferentes sub-especies en el que el gato doméstico ha permitido mostrar los vínculos entre el gato salvaje africano (Felis silvestris lybica) y el gato doméstico: éstos se habrían separado hace alrededor de 130 000 años.

ANTIGUO EGIPTO





Los antiguos egipcios usaban para llamar al gato la onomatopeya « miou», cuya transcripción es miw en masculino y miwt para el femenino (el español usa también este tipo de onomatopeya, que se encuentra en el verbo maullar).
Se cree que la domesticación del gato tuvo lugar en Egipto durante el 3º milenio a. C. Se convirtió en un animal de compañía apreciado por su dulzura, su gracia y su indolencia, pero el gato es sobre todo un animal protector. Al cazar pequeños roedores, protege los silos donde los egipcios guardaban su cosecha (sobre todo el trigo), recurso vital para este pueblo de agricultores. Al cazar ratas, el gato elimina un vector de enfermedades graves (como la peste). Además, al cazar serpientes (sobre todo víboras cornudas), hace más seguros los alrededores de los hogares próximos a donde establece su territorio.
En las cortes de Egipto el gato era idolatrado. Esta tendencia a venerar a los animales se encontraba ya en el antiguo Egipto. Antes, los sacerdotes consagraban sus atenciones al león, pero éste era feroz y pesado, y el gato no tuvo problemas para imponerse. Aunque en esa época no estaba perfectamente domesticado, se mostraba al menos más dócil. Además, los sacerdotes señalaron que con el paso de las generaciones, el pequeño felino aceptaba cada vez mejor al hombre y se dejaba incluso acariciar.
La primera consagración del gato tuvo lugar cuando la diosa Bastet, símbolo de la fecundidad y de la belleza, se representó con una cabeza de gato. La diosa simbolizaba la luz, el calor y la energía solar, pero también, debido a sus rasgos felinos, representaba el misterio, la noche y la luna. Además, se pensaba que ayudaba a la fecundidad de hombres y animales, que curaba enfermedades y que velaba las almas de los muertos. Así se puede entender que las leyes del faraón impusieran una protección rigurosa para los gatos. Quien matara a uno de los pequeños felinos se arriesgaba a la pena de muerte. Se cuenta que un dignatario romano que mató accidentalmente a un gato fue linchado por la población a pesar de la petición de calma del faraón, deseoso sobre todo de que Roma no interviniese en su territorio.
Los faraones también consideraban sagradas a las serpientes, a las vacas y a los peces, pero el gato seguirá siendo sin embargo el más sagrado de todos. El culto y la preocupación por el bienestar del gato se transmitirá de padre a hijo. Los funerales de los gatos se colmaban de todos los honores de estado y la familia a la que pertenecía guardaba luto y se afeitaba las cejas. Cuanto más rica era la familia, más importantes eran los funerales y más suntuoso era el sarcófago. Acompañaban al gato ratones embalsamados. En 1890 se descubrieron en Tell Basta, la antigua Bubastis, en otro tiempo capital de Egipto, más de 300 000 momias de gatos. Estaban aún guardadas en sus pequeños cofres de madera esculpida o rodeadas de juncos colorados y entrelazados. Los cuerpos estaban envueltos en bandas de colores ricos y variados, y tenían la cara cubierta con una máscara sobre la que se podía distinguir el hocico, los ojos, las orejas y los bigotes.
El respeto de los egipcios hacia los gatos se demostró en el año 525 a. C., cuando los persas asediaban Pelusio en vano. Cambises IItuvo entonces la idea de atar gatos en los escudos de los 600 soldados. Los egipcios no se atrevieron a contraatacar por miedo a herir a los gatos, por lo que la ciudad cayó en manos del invasor persa.
El culto a Bastet empezó a decaer a partir del 350 a. C., y desapareció totalmente en el 390 bajo orden de un decreto imperial. Subsisten, sin embargo, muchas pinturas murales que relatan las diferentes etapas de la vida del gato en la sociedad egipcia, en especial la expuesta en el British Museum de Londres, que representa un gato acompañando a su dueño en la caza y teniendo inmovilizados a dos pájaros mientras tiene un tercero en la boca.

ASIA





Asia emprende muy buenas relaciones comerciales con Europa. El gato se intercambia con finas sedas y de esta forma llega a China. Los primeros rastros de gato que se encuentran en China datan de la dinastía Han, alrededor de 1000 años a. C.
El animal fue acogido calurosamente, por su belleza y su don cazando ratones. Se convierte en símbolo de paz, de fortuna y de serenidad de la familia. En esta época, el gato es un animal doméstico reservado a las mujeres, se le da el poder de atraer la mala suerte y de alejar a los demonios con la ayuda de sus ojos brillantes. 



INDIA









En la India, el gato es honrado como en Egipto, y la diosa de la fecundidad, Satí, tiene la apariencia de un gato, igual que Bastet. Hay pequeñas estatuas hechas de cerámica que muestran esta honra. Se instalaban en ellas pequeñas lámparas de aceite para asustar a los ratones por la noche, de la misma forma que los ojos del gato se iluminan por la noche. Esta facultad se usó también para alejar a los malos espíritus. Los budistas aprecian la capacidad de meditación del gato, sin embargo, éste no forma parte de los cánones del budismo. Ésta exclusión resulta de un incidente sucedido a un gato que se quedó dormido durante los funerales de Buda.

GRECIA Y ANTIGUA ROMA







Según la leyenda, los egipcios rechazaban las peticiones apremiantes de los griegos para comerciar con los gatos, a los que veneraban como a dioses. Los griegos decidieron entonces robar los gatos. Cogieron al menos seis parejas y las llevaron a Grecia. Algunos meses después nacieron las primeras camadas, y algunos años después, los criadores pudieron vender gatos a los Romanos, a los Galos y a los celtas. La especie se extendió poco a poco por todos los países mediterráneos. En Grecia, antes de la llegada del gato, la garduña, la comadreja y la mofeta se ocupaban de desratizar y proteger las cosechas. La acogida del gato fue más bien moderada. Aunque no los adoraban como los egipcios, los griegos adoptaron al animal, reconociendo su don como cazador, pero reconociendo también que era más agradable para la convivencia, ya que era más bonito, refinado, dócil y limpio que las mofetas y las garduñas. El gato se usaba a veces como animal de compañía, aunque los griegos preferían al perro. El gato era en principio un juguete, un regalo caro traído de Egipto para ofrecerlo a las cortesanas.
Se cuenta que una joven griega, que tenía muchas ganas de tener un gato egipcio, rompió con su prometido ya que éste se negaba a ir a Egipto a buscarle uno, y se buscó un novio nuevo que sí aceptó.
El gato en Roma no era un animal cercano al hombre. La palabra feles (substantivo femenino) hace referencia a los felinos de pequeño tamaño, en especial el gato montés. El equivalente al gato doméstico actual (animal casero que caza ratones) era la mustela o comadreja. En las fábulas de Esopo no aparece, por tanto, el gato, sino la comadreja; si bien reelaboraciones muy tardías cambiaron la comadreja por el gato y así, de manera apócrifa, apareció la fábula de los ratones y el cascabel del gato. Solo unos pocos autores clásicos latinos mencionan el gato feles: Plauto (un par de veces), Columela y Plinio el Viejo, aparte del fabulista Fedro

JAPON







Los gatos llegaron a Japón en el siglo VI al mismo tiempo que la doctrina budista, pero su introducción real data del 19 septiembre de 999, fecha del aniversario del emperador Ichijo, al que le regalaron un gato por sus trece años. La imagen del gato evolucionó mucho en Japón, donde será considerado a veces portador de buena suerte por su pelaje de concha de tortuga, y otras veces maléfico por su cola ahorquillada. El éxito del gato es tan importante en el país que una ley del siglo XVIII prohibió el encarcelamiento y el comercio del animal. Algunas historias cuentan que los japoneses mimaban tanto a sus gatos que éstos dejaron de cazar ratones, que llegaron a proliferar hasta tal punto que los japoneses tuvieron que pintar gatos en las paredes de sus casas para cazar a los roedores.
El gato está bien representado en el arte japonés, primero bajo los trazos de una concha de tortuga blanca, y después cada vez más como gatos blancos sin cola: el bobtail japonés. Hubo grandes pintores ilustres en la representación de gatos, como Utagawa Hiroshige o Utagawa Kuniyoshi. Utamaro relaciona siempre a los gatos con las mujeres hermosas, relación que se encuentra en poemas japoneses, donde el gato está estrechamente asociado a las gracias de la mujer. Símbolo de la sensualidad y del deseo, el gato representa igualmente el encanto de la decadencia. Sin embargo, hay también una versión sombría e inquietante del gato, resultante de la tradición popular. Por ejemplo Aïnous, el gato resucitado, el gato nacido de las cenizas de un monstruo, y el de Okabe, de dos colas. Pierre Loti evoca igualmente en sus Japoneries d'automne un corro de gatos que se reunían en una jardín aislado en las noches de invierno, bajo la luz de la luna.
La leyenda del gato-vampiro de Nabeshima, muy contada durante la era Edo, pone en escena un gato demonio o un gato vampiro atacando a la familia Nabeshima.

EUROPA MEDIEVAL






El gato tiene buena reputación en la Europa de la baja Edad Media, sobre todo en el campo, donde los campesinos lo aprecian por su talento como cazador, en especial en las cuadras y en los almacenes. A pesar del juicio de la iglesia católica,3 que lo consideraba una criatura demoníaca, los conventos y los monasterios los usaban para acabar con los roedores. Los irlandeses creían incluso que los alimentos que entraban en contacto con un gato, al igual que con otros animales, ya no se podían comer y se volvían impuros. Las penitenciarías ponían castigos que iban desde el ayuno hasta varios días a dieta severa a base de pan y agua para los que comieran cualquier alimento o líquido que hubiera estado en contacto con un animal. De la misma manera, la iglesia desaprobó un exceso de familiaridad con los animales y en especial con el gato, que es el único animal que tenía acceso a toda la casa.
Las primeras persecuciones comenzaron en el Vº siglo, San Patricio y después el papa Gregorio Magno declararon su cariño hacia el gato. En esta época se pueden ver gatos en las representaciones de Santa Ágata y Santa Gertrudis. El gato se beneficiaba de cierto respeto en el siglo XI cuando llegaron a Europa las primeras hordas de ratas negras para devorar los cereales y la fruta.
En principio, la imagen de los gatos es positiva en el islam por el afecto que sentía Mahoma por ellos, ya que su gata Muezza lo salvó de la mordedura de una serpiente. Otra historia cuenta que un día Muezza se quedó dormida al lado del profeta en su cama. Cuando éste se tenía que levantar, como no quería despertar a la gata, cortó un trozo de su túnica, sobre la que reposaba el animal. Hay muchas otras historias sobre el gato en el Corán y, tradicionalmente, los musulmanes querían conservar a los gatos. Además, maltratar a un gato se consideraba un grave pecado en el islam.
Desgraciadamente, la renovación de los cultos paganos después de la peste negra y el resurgimiento del culto de Freyja, la diosa germano-escandinava de la fecundidad, hacia la mitad del siglo XIV, provocó la pérdida de los gatos, que desde entonces se asoció a cultos infernales, debido a su antigua adoración por parte de los paganos y sobre todo por el reflejo de la luz en sus ojos, que se creía que eran las llamas del infierno. En la simbología medieval, el gato se asociaba a la mala suerte y al mal, y dado que era negro, también se asociaba al disimulo y a la feminidad. Su comportamiento sexual muy expresivo, su gran necesidad de dormir, considerada pereza, y sus vagabundeos han contribuido a forjar una imagen negativa. Era el animal del diablo y de las brujas. Se le atribuían poderes sobrenaturales, como la facultad de tener siete vidas. En el caso de los gatos negros, color que se asociaba al diablo, una única mancha blanca en el pecho o en el cuello les concedía clemencia, ya que se consideraba que era una manifestación divina.
La inquisición, el Papa Inocencio VII y su edicto de 1484 hicieron que se sacrificaran gatos para las fiestas populares, lo que marcó un gran período de persecución para el felino.5 Este edicto tuvo un impacto importante en las clases populares y luego se extendió a la nobleza.
Se consideraba que el diablo se disfrazaba de gato en sus visitas a la tierra, y fue condenado al igual que sus maestros, los brujos y las brujas. Según ciertas fuentes, fueron muchos los que se quemaron vivos en las plazas públicas. Otras afirman, sin embargo, que las grandes investigaciones realizadas en los archivos invalidan esta hipótesis. Las condenas de gatos a la hoguera serán insignificantes al igual que las de gallos y se encontrarán más de sapos o de lobos.
En Inglaterra, bajo el reinado de María Tudor, se queman gatos como señal de la herejía protestante, mientras que bajo el de Isabel I, se queman como señal de la herejí acatólica.
La inquisición reunía en la misma hoguera a los herejes, a las brujas, a los asesinos y a los gatos en la noche de San Juan. En las grandes plazas de los municipios, los lugareños erigían hogueras en las que echaban a los gatos que habían capturado. Fue así como el gato estuvo ausente en la gran peste negra del siglo XIV. Las creencias duraron varios siglos, alimentadas por los hombres de la iglesia, los soberanos y los príncipes.
Sin embargo, el Renacimiento significó un cierto cambio en la suerte de los gatos, especialmente debido a su acción preventiva contra los roedores, devoradores de las cosechas. Habrá que esperar hasta 1648 para que el rey Luis XIV, gran amante de los gatos, prohibiera quemar a los gatos en la hoguera de la noche de San Juan, ya que calificaba esta tradición de bárbara y primitiva. Sin embargo, no fue hasta la revolución francesa cuando las hogueras se consideraron unánimemente supersticiones y actos de crueldad.